pensadores del mundo

sábado, 2 de octubre de 2010

·Recuerdo·

Todavía me queda el recuerdo de ese día, vívido, grabado en mi memoria sin las más minimas intenciones de dejarme. Caminaba por las transitadas calles del centro de la ciudad escuchando a medias lo que me rodeaba, con la cabeza casi totalmente enfocada en el desarrollo de ese extenso día, pero un quiebre de la monotonía del lugar, desvió mis cavilaciones: cruzaba por una calle demasiado poco transitada para lo que se podía considerar común a esa hora en ese lugar y había un auto de policía en la esquina, lo que también sorprendía. Veía que la gente  que me rodeaba cruzaba a la otra vereda opuesta a la que yo transitaba, luego escuché un grito desgarrador, que helaba adentro, y comencé a mirar hacia todos lados porque no podía ver de dónde provenía, pero me sentí totalmente estúpida cuando caí en cuenta de que todos a mi alrededor levantaban la vista como si tuvieran intención de ver algo en el cielo, pero sus miradas no apuntaban al cielo sino a un edificio gris oscuro y demasiado lúgubre, me recordaba a algo triste que en realidad no recordaba; haciendo un análisis rápido del edificio pude ver que en una ventana (la única abierta) del 9º piso había un cartel de venta y deduje que de ahi había provenido el desgarrador grito, por lo que mi vista fue instintivamente hacia el piso, donde yacía un hombre jóven, sin expresión alguna pero con mucho que decir, y por lo visto, con mucho que ocultar todo evidenciado en la lividez de lo que había dejado en este mundo que lo había llevado a convertirse en una insípida masa de nada rendida ya en el pavimento, rendida de todo lo que podemos rendirnos, quedando vacíos de algo que valga, y me plantié cuantas veces nosotros nos encontramos así pero sin tirarnos de un edificio; mientras las cosas seguían pasando, yo estaba pálida no por ver al muerto sino por ver la forma en la que había fallecido, el suicidio escondía mucho, incluso más de lo que pudo esconder la bolsa con la que lo taparon pasados unos pocos minutos, bajo esa bolsa estaban los restos de alguien que alguna vez amó, lloró, gritó, odió y simplemente fue un ser humano del que sólo quedaba el resultado de una vida cuya fuerza fue mayor a la resistencia, plasmado en todo ese cuerpo, en cada centímetro de lo que fue esa persona. Lo más desagradable fue ver como diez minutos después del hecho esa calle volvió a ser igual a todas, ya sin historias trágicas, ni gritos ni nada, sólo una calle vacía y llena de lamentos de personas que sólo pueden lamentarse hacia adentro, callados y viviendo.

P.D.: Interesante comienzo para un libro no? Lo malo es que es cierta la historia, pense en escribirlo porque estaba comiendo cuando me lo contaron y me bajo la presión, me sorprendió supongo.

3 comentarios:

  1. A no te pasó a vos?
    Pienso que sería muy fuerte vivir y/o presenciar ese momento!

    ResponderEliminar
  2. Una vez un vecino del edificio de acá a dos cuadras también se había tirado, no estuve en el momento pero justo cuando salimos estaba la policía y el cuerpo del hombre tapado y obviamente una cantida de gente al rededor queriendo saber que pasaba.En la psicología se dice que todo hombre en algún momento de su vida pensó en el suicidio. Supongo que hay veces que no se sabe como enfrentar la vida.
    Saludos, Pau!

    ResponderEliminar
  3. Me encantó el texto, sería un buenísimo comienzo para un libro, te sigo, un beso! :D

    ResponderEliminar

Gente linda, gracias por comentar, es algo muy importante porque significa para mi que se toman tiempo para escribir como yo lo hice. Así que como dice una amiga: La libertad es libre. Opinen a placer. Sean libres!